Proyectos
Sociales
Proyectos sociales solidarios realizados tanto en España como en Perú.
Patio 8 – Rap hecho por chavales en prisión
Diez jóvenes de entre 19 y 21 años conforman ‘Patio 8’, el grupo musical formado en el Centro Penitenciario Alcalá-Meco, cuyas composiciones recogen, entre otros temas, el abuso policial.
Eran las 12:00 del día del pasado sábado y 10 jóvenes internos del Centro Penitenciario Madrid II (Alcalá-Meco) esperaban que el sonido del salón donde debutaban esa noche estuviese listo para hacer las últimas pruebas. Eran los chavales de ‘Patio 8’, grupo musical formado por internos de entre 19 y 21 años pertenecientes a un ‘módulo de respeto’ -un lugar para quienes registran buena conducta y que busca la autogestión de los internos- . Nacieron como resultado de un taller organizado por la Secretaría Nacional del Migrante, Senami, y que fue impartido por la artista peruana Mariella Köhn. Ella les enseñó a sacarle sonido al cajón, instrumento que, junto con sus voces, se ha convertido en su mejor aliado a la hora de expresarse.
La experiencia
“En algún momento de la vida todos nos reconocemos en un sonido y así nos expresamos”, opina Mariella. “Para estos chicos la experiencia fue una forma intensa de canalizar sus emociones y el proceso ha sido de enriquecimiento espiritual mutuo”, apunta. Todos están muy agradecidos a su maestra, de quien valoran el empeño puesto en el proyecto. “Tuvo mucha paciencia…, al principio debíamos vencer la timidez que siempre aparece cuando algo es nuevo”, dice el salvadoreño Eduardo, integrante del grupo. Los nóveles artistas son jóvenes de entre 19 y 21 años, detenidos por venta de droga o robo y cuya diversidad se aprecia incluso en los músicos a quienes admiran, desde Diego El Cigala, pasando por Niña Pastori a raperos como 50 Cent, Eminem o JA Rule. Para estar en la banda tuvieron que pasar por una selección. “Eramos 50 chavales y sólo quedamos 10…, el psicólogo también aportó, analizando nuestro comportamiento”, cuentan Abraham y Ángelo, rumano y español respectivamente. Era necesario tener impuesta la condena y haber cumplido la cuarta parte de ésta, algo que se informó desde el principio pero que no evitó un contratiempo con uno de los componentes. “Un amigo no pudo venir porque le faltan 15 días para cumplir la cuarta parte y se quedó muy mal,” dicen sus compañeros.
Multicultural
El compartir esta experiencia habiendo nacido en diferentes países “es algo muy bueno porque nos permite conocer más sobre otras culturas, algo que no hacíamos en la calle, pues no teníamos amigos de otras nacionalidades”, dice el ecuatoriano Carlos. Sus compañeros Jordan y Williams, peruano y dominicano respectivamente, están de acuerdo con él. “Artísticamente también es bueno porque así podemos llegar a muchos tipos de personas”, apunta Eduardo, mientras sus compañeros Dumitraches y Adrián (rumano y ecuatoriano) asienten.
El debut
La primera presentación de ‘Patio 8’ fue un éxito y se llevó a cabo el pasado sábado dentro del festival ‘Creadores Nómadas’ que la Secretaría Nacional del Migrante, Senami, organizó en el local de las Escuelas Pías de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED, en labbrio de Lavapiés, de Madrid. El evento, además de música, contó con una exposición fotográfica sobre los controles policiales a los que se enfrentan los inmigrantes. Controles, también presentes en las letras del conjunto de reos, “quieto quieto, dígame oficial, quieto quieto ,¿ por qué me va a llevar?, si yo no he hecho nada, sólo me dirijo a la disco a cantar”. Como es de suponer lo social está muy presente en ‘Patio 8’, y sin duda la inmigración es una gran fuente de inspiración. El responsable de los textos es el dominicano Andrewdy Medina, alias ‘Ronald’, que a sus 20 años es el vocalista del grupo y quien no duda en mostrar el resultado de su trabajo. “Sí, no lo dudes somos inmigrantes y dejamos nuestra tierra para echar hacia delante, aquí toditos nos damos la mano y si tu eres inmigrante, mira, somos como hermanos. Todos nosotros tenemos un sueño y no nos gusta que nos traten como que somos camellos, a nuestra forma de vestir y caminar le ponen sello, toda esa gente son muy plebeyos…”.
Futuro
La experiencia ha cautivado a estos jóvenes que estarían encantados de poder continuar la aventura artística después de salir de la cárcel. Creen que la mayor lección aprendida en el centro es “el valor de la familia…, al principio el estar encerrado es algo negativo pero precisamente eso te da tiempo para pensar y valorar lo que tienes”, dicen uno de ellos. En cuanto a su incursión en la música, saben que es una buena oportunidad y esperan que esto ayude a cambiar la visión que la sociedad tiene sobre quienes están en la cárcel. “Cometimos un error, pero eso no significa que seamos gente mala, no somos presos, estamos presos”, remarcan.
Beneficios como el aprender a convivir, manejar las emociones o la alegría que ha supuesto para estos internos la experiencia musical, son algunos de los logros mencionados por Marisa Alonso, subdirectora de Tratamiento del Centro, quien también acompañó a los chavales, el sábado. “La convivencia ha mejorado muchísimo…, iniciativas como ésta permiten meter lo que es la calle dentro de la prisión y es bueno que los chicos tengan ese contacto, creo que así, desde la cárcel, están aprendiendo a vivir en libertad”, remarcó.